Era tan bajito, tan bajito que para que le llegasen las piernecitas a los pedales iba pegado (literalmente) al volante.
Eso si, que no os de penita porque era una maquina de matar. No se cargo a un ciclista y a un motorista porque Dios no quiso.
Y como Dios no quiso, el taxista decidió insultarles hasta desearles la muerte.
Y como Dios no quiso, el taxista decidió insultarles hasta desearles la muerte.
Colorín colorado, este minicuento se ha acabado.
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