miércoles, 16 de febrero de 2011

Érase una vez...

Érase una vez el taxista más bajito de la ciudad.



Era tan bajito, tan bajito que para que le llegasen las piernecitas a los pedales iba pegado (literalmente) al volante.

Eso si, que no os de penita porque era una maquina de matar. No se cargo a un ciclista y a un motorista porque Dios no quiso.

Y como Dios no quiso, el taxista decidió insultarles hasta desearles la muerte.

Colorín colorado, este minicuento se ha acabado.

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